Centro PEN Uruguay se relanza con su evento «La Libertad de expresión y el papel de la prensa»
Fecha: 24 junio, 2020

El 20 de marzo PEN Uruguay convocó a periodistas, escritores, artistas y sociedad en general a su primera serie de conferencias públicas donde participaron los periodistas Martín Aguirre, Adela Dubra, Patricia Madrid y Gerardo Sotelo

Luego de varios años de inactividad, el Centro PEN Uruguay emprendió su proceso de reorganización de la mano de los escritores Carlos Orlando Bonet, Hugo Burel y el periodista Daniel Gianelli, sin embargo, la organización ya existía en el Uruguay desde vieja data, pues se estima que fue fundada entre los años 1928 y 1930.

Desde finales del año 2018, tras mucho esfuerzo, dedicación y sobre todo interés en la libertad de expresión, la libertad de prensa y la creación literaria libre y sin censuras, se consagró el lanzamiento de la primera serie de conferencias del PEN Uruguay dedicada a la “Libertad de expresión y el papel de la prensa” en una democracia que creemos ejemplar en la región, como lo es la democracia uruguaya, pero siempre es necesario cuidar esos derechos para evitar que sean conculcados. Hubo signos de intolerancia recientes y estamos en Uruguay y países vecinos en clima de elecciones.

“En Uruguay lo único que hemos visto son algunas lucecitas amarillas en materia de intolerancia” explicó Orlando en una entrevista para el programa En Perspectiva de una radio local de Montevideo, “por suerte en nuestro país existe la libertad para todo y hay que cuidarla, para no convertirnos en esos países donde la libertad es una excepción”.

Bajo este cometido es que el 20 de marzo del 2019 el Centro PEN Uruguay convocó a periodistas, escritores, artistas y sociedad en general a su primera serie de conferencias públicas donde participaron cuatro destacados periodistas del medio nacional, Martín Aguirre, director del diario El País, el más importante de la nación, la directora de la Revista Galería del Semanario Búsqueda, el de mayor circulación y credibilidad, Sra. Adela Dubra y los periodistas Srta.  Patricia Madrid y Sr. Gerardo Sotelo.

En su exposición Martín Aguirre, director del Diario El País  hizo hincapié en dos aspectos centrales de la regulación uruguaya acerca de la libertad de prensa; uno es que en el artículo 29 de la Constitución Política se prohíbe la “censura previa”, y el segundo tiene que ver con la introducción del concepto de “real malicia” en el año 2009, que en resumen impide que un funcionario público, político o gobernante pueda enjuiciar por difamación a un medio de comunicación o a un periodista a menos que dicho funcionario pruebe que actuó con “dolo” de perjudicar a esa persona pública, o por negligencia al no tener la diligencia mínima de un profesional de la comunicación.

Aguirre planteó que este concepto legal, a diferencia del común de una ley que busca siempre evitar el daño, más bien “acepta que se genere el daño y que sólo se pueda sancionarlo luego de que se genere”. En el caso de la real malicia es “casi un cheque en blanco que nos dan a los periodistas, porque probar esas dos cosas es realmente muy difícil”. Este es el plano de regulación existente.

No obstante, el periodista mostró su preocupación acerca de los que él denomina una “tendencia que existió de siempre, pero que ahora en el Uruguay tiene como un nuevo empuje de ciertos sectores ideológicos de la sociedad de pretender que todo el debate se regule en base a grupos y no a individuos”, según Aguirre, para estos “grupos” lo importante es el colectivo, y remarcó que desde que los derechos individuales pasan a ser subsidiarios de un derecho colectivo, el primero que sufre es el derecho a la libertad de expresión, porque hace que “mi libertad de expresión esté permanentemente sometida a la presión y la fiscalización de estas nuevas sensibilidades que parecen asumir que la realidad se construye desde el discurso, desde la comunicación y por tanto si logran operar sobre quien difunde información, van a lograr de alguna forma cambiar esa realidad, algo que no solo es un “disparate mayúsculo”, sino que tiene brotes significativos de “fascismo” corporativista y sostuvo que la presión social que ejercen estos “grupos” en muchos casos resulta efectiva para generar censura y autocensura en los medios.

El segundo elemento que advirtió Aguirre se refiere al “nivel de sofisticación que han alcanzado los aparatos comunicacionales de la gente que opera sobre el debate público: políticos, empresas, ong’s”, quienes según él “han logrado generar canales de presión o desinformación que cada día son más efectivos para contrarrestar la labor del periodista”.

Aguirre se lamentó al decir que “vivimos en un tiempo donde políticos y empresarios se cansan de mentir a cara de perro y no pasa nada, sin embargo los periodistas estamos permanentemente tratando de justificarnos y explicarles porque hacemos el trabajo que hacemos” y remarcó que solo hay un actor llamado “audiencia” que es el que puede contrarrestar este fenómeno tan peligroso, a través del desarrollo de una capacidad consciente para discriminar y separar lo que es información y lo que es manipulación, y finalizó con una reflexión sombría al sostener que tiene la “sensación de que la sociedad uruguaya no está yendo por ese camino y que ni siquiera está muy consciente de los peligros que hay alrededor de tema”.

Adela Dubra: un acercamiento a la realidad económica de los periodistas uruguayos.

La directora de la Revista Galería del Semanario Búsqueda, Adela Dubra quien trata temas enfocados más a asuntos relacionados con la vida cotidiana y  de la mujer inició su disertación dando cuentas de un pequeño sondeo que realizó entre sus colegas periodistas de Montevideo y en especial del interior del país, previo a esta conferencia, donde concluye que el “trabajo de los periodistas en el Uruguay está atentando contra la libertad de expresión, porque no se puede hacer el trabajo bien por las limitaciones económicas en el ejercicio de la profesión” y citó al director del diario El País, Guillermo Scheck quien en 2018 reconocía que es un “lujo destinar 20 días a un periodista para investigar un tema que antes si se podía hacer, pero ahora no, y eso ya sabemos que va en detrimento de la calidad de la información”.

Dubra señaló que en Uruguay el salario de un periodista oscila entre los 600 y los 1.000 dólares mensuales, un laudo bastante bajo tomando en cuenta el costo de vida del país, lo que obliga a que muchos periodistas opten por el pluriempleo para cubrir sus costos básicos de vida. Esto incide, según la periodista, en muchos aspectos que van en detrimento de la formación intelectual y especialización temática de un periodista, lo cual le impide hacer notas o artículos más profundos sobre un determinado tema, por tanto afirma que “los políticos aprovechan esta falta de especialización que hace que éstos (los políticos) no se enfrenten a periodistas “realmente políticos empapados acerca de la carrera de sus entrevistados, quienes más bien tienen la agenda llena para ir a programas de amenidades y de entrevistas sobre el ámbito cotidiano de sus vidas personales, lo cual se convierte en un riesgo en un año electoral”.

Otro ámbito que dificulta un trabajo periodístico de profundidad es el tema comercial, muchos medios y periodistas para sobrevivir económicamente tienen que escribir lo que “llamamos infomerciales, donde se es complaciente con el publicitante y que va permeando en el estilo de escribir las notas en donde el centro se vuelve el “ser” de quien compra ese espacio publicitario”.

También aseguró que, en las radios, este fenómeno es mucho más grave, pues cada vez se asume más que quien hace periodismo en un programa de radio tiene que salir a vender los avisos, “los periodistas nunca fuimos buenos vendedores” además que esto implica perder el tiempo, en vez de dedicarlo a mejores investigaciones y que en el interior del país es más común esta situación.

Otro aspecto importante a recalcar son los vínculos que van desarrollando los periodistas con sus publicitantes en términos de regalías, estadías en hoteles, almuerzos, etc., que van comprometiendo su línea editorial en favor de los intereses de políticos, empresas u organizaciones. A su vez remarcó que los periodistas del interior del Uruguay dan entrevistas a otros medios y no las cobran con la esperanza de seguir presentes en el medio y con el objetivo de que les surjan nuevas oportunidades laborales.

Dubra puso como ejemplo que hay Intendencias o gobiernos locales con más o menos dinero y que por consiguiente tienen aparatos de comunicación más o menos sólidos con contenidos comunicacionales listos y en bandeja para que “el periodista entre ahí y trafique íntegra esa información por falta de condiciones económicas y materiales para profundizar y cotejar esta información cocinada que tienen en las intendencias”, de modo que reproducen los discursos oficiales. También existe un fenómeno de autocensura más marcado en el interior por ser un medio más chico donde todos se conocen, por consiguiente, los periodistas cuidan la manera en que tratan la información para evitar castigos económicos o ser estigmatizados por el poder local. Finalizó acotando que “se ha perdido la crítica independiente en los periodistas, hay como un cierto temor de hacer entrevistas más inquisitivas a los actores públicos”

Patricia Madrid: la vigencia del periodista como garante de una sociedad democrática.

“Los hechos ocurren gusten o no gusten, toman un curso y lo siguen, el periodismo no está para torcerlos ni para contarlos de manera tal que no se parezcan a lo que son, esta para reflejarlos en todas sus facetas y todos sus ángulos, de todos modos, tarde o temprano y por otras vías se termina conociendo la verdad” con esta cita del profesor y periodista uruguayo Tomas Linn, inició su intervención la periodista radial Patricia Madrid, coautora del libro Sendic: la carrera del hijo pródigo, publicación que en parte relata sobre un escándalo de corrupción que salpicó a Raúl Sendic Vicepresidente de la República de Uruguay hoy renunciante, hijo del fundador del partido gobernante en Uruguay, cuando éste formó parte del directorio de Ancap, la entidad administradora de los combustibles en el Uruguay.

Día a día, al final de cada jornada, Madrid se pregunta si realmente la información que brindan a su audiencia desde el dial de Radio Carve, es realmente de calidad y si esta información les ayuda a ubicarse en la realidad que están. Indica que a los periodistas les cuesta reflexionar sobre esto por la falta de tiempo por el arduo trabajo que significa el periodismo.

“La expansión de la tecnología ha permitido a los ciudadanos acceder al instante a la información que sea y hacerse a la idea que puede hacerse de la información por sí solo”, pero cuestiona esta premisa al afirmar que indistintamente de lo expuesto anteriormente, el ciudadano siempre quiere tener la certeza de que esa información es efectivamente cierta y de calidad y es ahí donde reafirma que los periodistas, “dentro de este océano de datos”, tienen como desafío a diario “asegurarle a los ciudadanos que tendrán información de calidad, contrastada y verificada, solo así vamos a cumplir con nuestros cometidos de ser garantes de la sociedad democrática en la que vivimos”.

Gerardo Sotelo: las barreras invisibles que limitan a la libertad de expresión

Periodista de 60 años, autor del libro Mondo progre (editorial Planeta), una recopilación de sus mejores columnas de opinión publicadas entre 2004 y 2017, explicó durante su disertación que hay un hecho evidente sobre el que nos cuesta discutir y es que para muchas personas “el ejercicio de la libertad de expresión genera problemas con otros derechos, como el derecho a la honra, a no ser ofendido en su integridad moral, en su integridad singular o colectiva” con esta afirmación se plantea un cuestionamiento a un asunto que para Sotelo se creía un tópico resuelto desde el punto de vista académico y jurídico “y que por lo visto algunos se empeñan a que no lo es, lo cual nos obliga a discutir sobre de que valores superiores rigen la jerarquía de los derechos.”

El periodista indicó que es verdad que no puede haber burlas en temas en torno a la fe, como tampoco referencias que pueden resultar ofensivas a las opciones sexuales, de modo que se preguntó “¿Cuál es el criterio según el cual la burla puede resultar crítica o delito?” y respondiéndose a lo inmediato aseguró que “aceptar sin más que nuestro derecho a expresarnos libremente va a estar circunscripto a la susceptibilidad ajena es un adelanto del tipo de ciudadanía que estamos forjando y del tipo de sociedad en la que vamos a vivir, pero es también una evidencia de lo que nos hemos vuelto lo suficientemente pusilánimes como para no merecer la libertad”.

Para Sotelo sostener que la libertad de expresión debe detenerse ante la alegada sensibilidad ofendida del otro es una concepción que se encuentra entre lo naif y lo perverso, “es naif porque no hay discusión sobre un tema medianamente relevante que valga la pena investigar y discernir que no pueda generar algún tipo de ofensa en el otro, pero además es perverso porque suele enmascarar la voluntad de establecer un régimen de control social, es decir de obligar a los demás a hacer lo que no harían y esto incluye no decir lo que dirían si no fueran censurados o reprimidos”.

Según el autor de Mundo progre el problema con las restricciones a la libertad de expresión pretextadas en la protección de diversos colectivos vulnerados de verdad en la vida real es que suele ser utilizada como pretexto para silenciar lo que “solo es sarcasmos, ironía, ridiculización o simplemente critica”, sin embargo quienes” reclamamos la más amplia tolerancia a la expresión de las ideas proclamamos nuestra absoluta intolerancia ante cualquier acción que promueva la organización del odio contra el prójimo con fines de exterminio o segregación”.

Este conflicto, Sotelo lo resuelve aduciendo que “la amenaza de una eventual utilización abusiva de la libertad de expresión de las ideas se resuelve con más ideas puestas a debatir en el ágora pública y no con menos ideas”, por eso mismo lo que hay que hacer con el lenguaje, el humor o las literaturas inclusivas, no es censurarlas, sino debatirlas.

Finalizó aseverando que la denominada postverdad deriva de la confrontación facilitada por las nuevas tecnologías de la comunicación refleja un escenario en el que proliferan las mentiras maliciosas y en las que sucumben las técnicas de verificación de datos típicas del periodismo y ante esta fenomenología contemporánea propuso que la idea de “aceptancia” radica en la acción de recibir de manera voluntaria totalmente lo que se nos ofrece, recibir las opiniones divergentes: “la aceptancia tiende a desarrollar nuestra capacidad de reconocer que el otro, aun encarnando valores contrarios a los nuestros, tiene un lugar que ocupar en la sociedad y en nuestras propias vidas por cuanto es en contacto con ideas diversas que podemos discernir sobre lo correcto y lo incorrecto”.

https://pen-international.org/es/noticias/pen-uruguay-relanza-con-su-evento-sobre-la-libertad-de-expresion

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