Si los jueces del Tribunal Superior tienen miedo de tomar una decisión valiente, habrá un golpe mortal a la democracia.
No es sólo el criterio de razonabilidad. La Corte Suprema tendrá que decidir: un fallo tajante y claro o caer en una dictadura mesiánica. En vísperas de la audiencia de gran trascendencia histórica, el público debe hacer huelga, protestar con todas sus fuerzas y dar viento de cola a los jueces.
Por Yuval Noah Harari
Para resolver la crisis existencial en la que se encuentra Israel, es importante comprender a qué fuerzas nos enfrentamos. Hay muchos intereses personales y grupos de presión revolviéndose en este caldero, como ocurre en cualquier crisis política, pero la intensidad del odio, la rabia y el miedo que estamos experimentando, y la desintegración de la sociedad y del ejército, indican que estamos enfrentando un tipo completamente diferente de fuerza. Muchos israelíes experimentan la crisis actual como un intento de la coalición gobernante de provocar una revolución radical, como la revolución bolchevique en Rusia o la revolución de los ayatolas en Irán, una revolución que despierta esperanzas mesiánicas por un lado y temores existenciales por el otro. “Si tiene éxito”, sueñan algunos israelíes, “¡aquí habrá un paraíso!”. “Si tiene éxito”, temen otros israelíes, “¡aquí habrá un infierno!”.
Lo que ha cambiado en la política israelí es que aquí se ha creado una impetuosa fuerza mesiánica. Hemos pasado de una política ordinaria, de pequeñas promesas y medidas prácticas que a veces las cumple, a una política de redención, que promete el cielo en la tierra pero que tiende a crear un infierno. Al igual que los bolcheviques y jomeinistas, nuestros judíos mesiánicos locales creen en tres cosas:
* Ellos conocen el camino a la redención.
* Para alcanzar la redención, necesitan poder ilimitado.
* Para alcanzar este poder, cualquier medio es válido y cualquier sacrificio está justificado.
Los mesiánicos no se limitan a un partido determimado, como el sionismo religioso. Algunos miembros del Likud y de los partidos ultraortodoxos también comparten la visión mesiánica del mundo y quieren obtener un poder ilimitado para provocar una revolución radical en Israel. Aunque los mesiánicos no representan a la mayoría de los ciudadanos israelíes, circunstancias fortuitas como el juicio a Netanyahu les han permitido hacerse con el control de una parte importante de los recursos del Estado. Los mesiánicos se encuentran ahora en la fase de construcción del poder. Utilizan los enormes recursos de los organismos gubernamentales y los presupuestos que han caído en sus manos para reclutar nuevos partidarios, designar a sus leales para ocupar puestos clave en todas partes, desde la policía hasta el Ministerio de Educación, y así acumular el poder que necesitan para cumplir sus visión redentora.
Muchos israelíes esperan que los mesiánicos detengan voluntariamente el intento de revolución cuando se den cuenta de la destrucción que están causando en la economía, el ejército, la sociedad y la posición internacional de Israel. Pero los mesiánicos no temen la destrucción. Para ellos, el viejo mundo será completamente destruido, y en su lugar elevaremos un nuevo mundo. No se detendrán debido a una crisis económica: para los mesiánicos, la economía puede colapsar. Lo sobrevivirán. Las industrias de defensa, el gas y algunas otras ramas les garantizarán un ingreso mínimo a corto plazo y, a largo plazo, construirán una nueva economía, como lo hicieron los bolcheviques en Rusia.
Los mesiánicos no se detendrán ante una crisis interna en el ejército; para ellos es aún mejor que las Fuerzas de Defensa Israelí se disuelvan. Las armas nucleares y las unidades leales en el ejército les garantizarán un mínimo de protección a corto y a largo plazo. A corto plazo construirán un nuevo ejército de creyentes, tal como los bolcheviques establecieron el Ejército Rojo y los jomeinistas establecieron la Guardia Revolucionaria.
Los mesiánicos no se detendrán ante la inmigración de médicos, académicos, etc.; realmente no les asusta. Al contrario, estarán felices de deshacerse de todos los desertores y traidores. Las dictaduras no suelen colapsar sólo por una mala atención sanitaria o por falta de filósofos.
No hay lugar para creer que Estados Unidos detenga a los mesiánicos: Estados Unidos tiene sus propios problemas, e incluso si retira su protección sobre Israel, los mesiánicos desertarán al campo chino sin pestañear siquiera. Tampoco hay nada en que basar la esperanza de salvarse en base a futuras elecciones: los mesiánicos no permitirán que se celebren elecciones justas en las que corran el peligro de perder. Los mesiánicos suponen que su derrota en futuras elecciones resultará en una serie de contramedidas que creen inaceptables bajo todo concepto, tal como la separación de la religión del Estado y un reexamen de la política de ocupación de los territorios. Por eso siembran deliberadamente el odio y exageran las diferencias en la sociedad, de modo que la posibilidad de perder las elecciones sea vista como una ruina total no sólo para ellos, sino para todos sus actuales aliados. Esto justificaría las maniobras e intrigas que harían para impedir elecciones justas (por ejemplo, restringir el derecho de voto de los árabes).
Entonces, ¿qué los detendrá?
Hoy los mesiánicos no tienen mayoría en la Knesset. Necesitan por lo tanto una alianza con fuerzas más moderadas. Una posibilidad es que los elementos moderados de la coalición recuperen la cordura antes de que sea demasiado tarde y establezcan un gobierno de “saneamiento nacional” con la oposición. A diferencia del gobierno Bennett-Lapid, que pospuso deliberadamente el tratamiento de los problemas fundamentales de Israel, el gobierno de saneamiento tendrá que afrontar estos problemas de inmediato. Ante el peligro mesiánico, no necesitamos una curita, sino una cirugía de corazón abierto. El principio rector del gobierno de saneamiento debería ser: “Las heridas deben curarse, en lugar de usarse como excusa para ganar poder y herir a los demás”.
Desafortunadamente, las posibilidades de que se forme un gobierno de curación no son altas. Hay elementos mesiánicos en todos los partidos de la coalición, por lo que para establecer un gobierno curativo, probablemente no será suficiente simplemente impedir que el sionismo religioso forme parte del gobierno reemplazándolo con Gantz y Lapid y algunos de los partidos de oposición. Para mal de los males, mientras tanto, los miembros moderados de la coalición parecen pensar que pueden seguir cabalgando sobre el tigre mesiánico sin que éste los devore. La experiencia histórica en casos como la revolución bolchevique muestra que los moderados sólo comprenden la magnitud del peligro cuando ellos mismos ya han sido masticados en la boca del tigre.
Si no queremos hacer depender el destino del Estado de Israel de la cuestionable sabiduría y coraje de los siete miembros secretos y clandestinos del Likud en los que muchos ponen esperanzas, entonces el otro factor que puede detener a los mesiánicos es la Corte Suprema de Justicia. La Corte Suprema tendrá que decidir en septiembre no sólo cuestiones concretas sobre los criterios de razonabilidad o la convocación del comité para el nombramiento de jueces [a la que el ministro de justicia Iriv Levin se opone], sino la cuestión fundamental: ¿Es permisible que una pequeña mayoría en la Knesset cambie unilateralmente las reglas de juego de la democracia, para debilitar los controles y equilibrios del poder judicial sobre el legislativo y el ejecutivo a voluntad y tomar para sí un poder ilimitado?
Netanyahu y los miembros de su coalición afirman que la Corte Suprema no debe invalidar las leyes básicas, pero cualquier ley, hoy en día, puede definirse como “ley básica” y así no se necesita una mayoría privilegiada para aprobar una ley básica. Por lo tanto, si la Corte Suprema no tiene derecho a invalidar leyes básicas, ¿qué mecanismo impedirá que los 61 miembros de la Knesset aprueben, por ejemplo, la “Ley Básica de Voto Judío” que negará el derecho a votar a los árabes, o la “Ley Básica de Medios Nacionales” que prohibirá la actividad independiente de medios de comunicación del país?
Para salvar la democracia israelí, los jueces de la Corte Suprema deben dictaminar de manera tajante y clara que una pequeña mayoría en el parlamento no tiene derecho a cambiar unilateralmente las reglas del juego de la democracia, y que si la coalición, no obstante, intenta hacerlo — la Corte Suprema también puede invalidar leyes básicas. El gobierno de Netanyahu ya ha señalado que se negará a aceptar tal decisión, lo que llevará a Israel a una crisis constitucional. Pero hay buenas razones para esperar que en una crisis constitucional los mecanismos de seguridad cumplan fielmente su papel y respeten la ley. Los mesiánicos aún no han tenido tiempo de llenar de su gente el ejército, la policía, el Servicio de Seguridad y el Mossad.
Sin embargo, la expectativa de un fallo de la Corte Suprema conlleva un peligro tremendo: incluso si los jueces de la Corte Suprema están convencidos de que la coalición se está extralimitando en su autoridad e intentando usurpar dictatorialmente el poder, tendrán mucho miedo de ser ellos quienes supuestamente inicien una crisis constitucional y, Dios no lo quiera, llevar a una guerra civil. ¿Quién en su sano juicio quisiera cargar con una responsabilidad tan terrible sobre sus hombros? En cambio, la Corte Suprema puede preferir renunciar a su autoridad (suicidándose así como institución) y esperar que otros intervengan para salvar al país. Si la Corte Suprema tiene miedo de tomar una decisión audaz, no sólo se perderá a sí mismo, sino que asestará un golpe mortal al movimiento de protesta y a la democracia israelí.
La estrategia que se desprende de esto es clara. Todos los indecisos deberían unirse ahora a la lucha con todas sus fuerzas. Se debe ejercer la máxima presión antes del comienzo de las discusiones críticas en la Corte Suprema, a fin de darle a ésta el respaldo popular necesario para una decisión valiente. Si los reservistas regresan a sus unidades, si los gremios eliminarán las amenazas de huelga, si las calles quedan tranquilas y todos se limitan a esperar pacientemente la decisión de la Corte, entonces los jueces dudarán en adoptar una posición que podría incendiar el país. Por otro lado, si el país ya está lleno de protestas y huelgas, si las universidades y escuelas están cerradas, si los hospitales y otras instituciones esenciales funcionan solo en estado de emergencia, y si cientos de miles de ciudadanos se manifiestan en las calles, esto aliviará en gran medida la carga de valor de los jueces de la Corte Suprema, quienes podrán ver que, con razón, ayudan a salvar al país de una crisis que otros causaron.
Por eso ahora debemos utilizar todos los medios no violentos a nuestra disposición para inflamar la protesta antes de las audiencias de la Corte Suprema. Es imperativo evitar cualquier manifestación de violencia, pero los jueces de la Corte deben tener claro, lo quieran o no, que deben decidir claramente entre democracia liberal y dictadura mesiánica. Si huyen de la responsabilidad, se convertirán en servidores de la visión mesiánica. De manera similar, si los siete secretos y clandestinos del Likud quieren ayudar a salvar a Israel de la dictadura y la guerra civil, la oportunidad para hacerlo es ahora, antes de las decisivas audiencias de la Corte. Cada día que pasa se profundizan las heridas en la sociedad israelí. y dificulta aún más la tarea de un futuro gobierno de saneamiento.
Para la mayoría de las personas, y especialmente para las moderadas, existe una barrera psicológica que nos impide creer lo peor, ya sea sobre otras personas o sobre la situación en su conjunto. Los bolcheviques y jomeinistas ganaron y establecieron dictaduras depredadoras porque, en varios momentos críticos, los elementos moderados pensaron que todavía tenían tiempo y prefirieron seguir sentados en la valla. De vez en cuando alguien recuperaba la sobriedad, se saltaba la valla, tomaba una postura valiente y, sin decir palabra, los indecisos acudían en su ayuda. Al final ya no quedó ninguna valla donde sentarse.
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Israël. Un coup dur pour la démocratie?
Israel. Um golpe para a democracia?