Por Alicia Escardó Vegh
Escritora y gestora cultural
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“Sueño casi todas las noches con Montevideo, desde la antigua pesadilla de volver a una ciudad sitiada, a la otra, menos angustiosa, de llegar a una ciudad donde nadie me conoce”, contó Cristina Peri Rossi en una entrevista. La escritora uruguaya, flamante ganadora del Premio Cervantes, vive fuera del país desde hace 50 años. Tuvo que exiliarse en 1972 para escapar de las posibles represalias por su militancia política. Ya había publicado y era docente en la Universidad, pero censuraron sus libros, no podía ejercer el periodismo y la destituyeron de la cátedra de Literatura en la que había dado clases durante once años. No solo prohibieron la mención de su nombre en todos los medios de comunicación sino que también le retiraron la nacionalidad uruguaya.
Para una mujer que desde niña supo que quería ser escritora, me pregunto qué otra cosa podía hacerle mas daño que quitarle la voz, la palabra y el país al mismo tiempo. Qué duro tiene que haber sido, para ella y para tantos otros, irse así, dejando atrás lo que habían construido, sin saber qué les esperaba. No es casualidad que en su literatura aparezcan con frecuencia el exilio, los desplazamientos, las distancias, el no pertenecer ya a ningún lugar.
Los tres escritores uruguayos que han recibido el Premio Cervantes vivieron muchos años fuera de Uruguay. Ida Vitale, como Peri Rossi, tuvo que irse por su militancia política, y aunque volvió al terminar la dictadura, se instaló luego en Estados Unidos con su marido y vivió en Texas durante 30 años. Juan Carlos Onetti, por su relación con la revista Marcha y su participación como jurado en un concurso literario, estuvo detenido y esa experiencia fue tan terrible para él que decidió instalarse en España, donde vivió 20 años y murió en 1994.
No puede sorprender a nadie que los regímenes dictatoriales censuren y prohíban a sus escritores, lo hacen también con periodistas, músicos, pensadores, filósofos, y en general con cualquier persona que se atreva a expresar su opinión con libertad. Esto ha sucedido siempre, desde los tiempos de Tito Larcio en el senado romano hasta hoy en día, en que lamentablemente aún hay personas que mueren, son encarceladas o tienen que irse por decir lo que piensan.
Cristina Peri Rossi también tuvo problemas con la dictadura franquista, que le negó el pasaporte, y ayudada por Cortázar, pasó unos años en París. Recién pudo volver a Barcelona en 1975. Pero en su nueva ciudad siguió siendo nómada: se mudó al menos 25 veces. Por eso escribió una vez, y tituló así una antología, “mi casa es la escritura”.
Se fue obligada por motivos políticos, pero cuando esos motivos desaparecieron, no volvió. La pregunta es: ¿se puede regresar? Seguramente no. Yo viví siete años fuera del país, y siento que, aunque cada caso es distinto y muy personal, esa experiencia deja una marca de la que no hay retorno.
La escritora lo explicó muy bien en una entrevista: “Cuando cayó la dictadura, me di cuenta de que había vivido catorce años con nostalgia de Montevideo –una nostalgia horrorosa– y ahora no tenía ganas de tener nostalgia de Barcelona. Para tener nostalgia, sigo teniendo siempre la misma…..Estrictamente no se puede volver porque es un tiempo que ya no existe.”
De niña devoraba libros que le traía un tío de la biblioteca pública, en su casa no podían comprarlos. No tiene recuerdos felices de su infancia, pero siempre recibió el apoyo incondicional de la madre, que supo darse cuenta de su talento y la apoyó en su vocación literaria. Era “rara” y solitaria, pero tuvo grandes amigos, Cortázar entre ellos, quien la calificó como «la gran renovadora de la narración breve». Vivió sus relaciones de pareja con libertad y cuestionó mandatos sociales, tabúes y estereotipos.
El exilio es uno de los temas sobre los que escribe, junto con la condición de la mujer, la sexualidad y el deseo erótico. Le gusta experimentar, innovar, variar los géneros; su literatura ha sido calificada como inquisitiva, porfiada, cuestionadora y, sobre todo, apasionada. Novela, cuento, poesía, ensayo, memorias: “Un rompecabezas en el que cada lector debe armar las piezas.“
De no ser escritora, le hubiera gustado ser directora de cine. Me la puedo imaginar detrás de una cámara; irónica, lúcida y cuestionadora, registrando desgarros y deseos. La obligaron a irse, pero el resultado fue que no se detuvo nunca. Este premio establece un puente entre España y Uruguay, y por supuesto entre todas las personas que aman nuestra lengua.
Porque para Cristina Peri Rossi, “la literatura, en esta época tan dura del siglo XXI, es el último reducto contra la frivolidad y la banalidad”.