Redacción Centro PEN Uruguay
Septiembre 2023
Aunque ya había habido una mención marginal en los medios nacionales, el 7 de setiembre una semana antes de la aparición del número 2.242 del Semanario BUSQUEDA correspondiente al 14 de setiembre, en realidad ese fue el momento cuando realmente la mayoría de los uruguayos nos enteramos que la dirección actual de nuestro viejo y querido “Teatro Solís” había ampliado sorprendentemente sus “competencias”.
Ante la pretensión del artista Claudio Rama de exponer en el Teatro Solís, como previamente había acordado con las autoridades, su exposición “Vidas encajonadas”, Rama se encontró con la exigencia de esas autoridades de que los textos que van adjuntos a los objetos expuestos debían cumplir con unos “requisitos ineludibles” de último momento que, evidentemente, estaban destinados a censurar la apertura de la Exposición del artista.
Es cierto que, presumiblemente, nuestros artistas y conciudadanos nunca estuvieron muy atentos a los cambios reglamentarios llevados a cabo en las últimas décadas en las instituciones artísticas y culturales que nuestro país poseía en el seno de su sector público.
Por ejemplo, seguramente varias generaciones de compatriotas creyeron, por décadas, que el Solís era nuestro principal “Teatro Nacional” ya que el viejo “Estudio Auditorio” del SODRE, destruido por un incendio en 1971, estuvo realmente desaparecido como lugar de referencia para las actividades musicales y artísticas de nuestro país por casi 40 años.
La historia fue probablemente así hasta que, en el año 2009, el nuevo Auditorio Nacional, llamado ahora “Adela Reta”, fue re-inaugurado a partir de la reconstrucción del viejo SODRE y el Auditorio no tardó en transformarse en el punto de referencia en términos de excelencia, calidad artística, estética y técnica en innumerables disciplinas relacionadas con las actividades del nuevo Auditorio.
En ese sentido, la compleja historia de la “muerte” y “resurrección” del Auditorio Nacional Adela Reta, en realidad es un ejemplo de reconstrucción exitosa (aunque fuese realizado en un lapso de tiempo demasiado extenso) para hacer evidente el genuino interés de nuestro país por el desarrollo cultural y artístico de la población y del país.
Pero, recordemos que no por ello se detuvo el desarrollo del viejo Teatro Solís. Este, en infinidad de oportunidades, hubo de reemplazar las carencias y limitaciones generadas por las casi 4 décadas de “ausencia” de actividad del Auditorio Nacional del Sodre. Además de teatro, sala de concierto y ballet, el Solís hubo de lograr desarrollos bastante destacables por su lado. En términos artísticos, la actividad teatral, musical y de danza mejoró sus producciones, sobre todo en la medida en que algunos sectores de artistas escénicos, que trabajaron anteriormente en el viejo SODRE, se vincularon con el Solís.
Sin embargo, a partir del momento que la oposición de izquierda conquistó la Intendencia Municipal de Montevideo en el año 1990, paulatinamente novedosos desarrollos administrativos y organizativos hicieron su aparición en el Solís. La Dirección de nuestro viejo teatro ahora opera a través de una oficina bautizada como “CIDDAE” o “Centro de Investigación, Documentación y Difusión de las Artes Escénicas.
La comunicación oficial de esta oficina, que menciona Claudio Rama en su carta a Búsqueda, es precisamente un patético ejemplo de censura explícita y el artista la señala como el detonante del conflicto que nos ocupa:
“La Dirección del Teatro Solís, a través del CIDDAE con fecha 25 de julio, varios meses después de cuando fue (…) supuestamente acordada una propuesta para la realización de una exposición por parte del director del centro, me comunicó la decisión de imponer una censura a las obras creativas de mi autoría para ser expuestas en dicho Centro dependiente del Teatro Solís. La decisión de la Dirección del Teatro Solís, a cargo de Malena Muyala, imponía obligarme a cambiar mi obra artística como condición para su difusión bajo la exigencia de tener que cumplir un lenguaje inclusivo.”
La reacción de Rama era totalmente previsible y justificada. Desde una perspectiva meramente fáctica, el “racconto” de Claudio Rama es claro y particularmente interesante si nos detenemos un poco a preguntarnos a qué proyecto general responde la creación del CIDDAE.
¿Qué significa que los productos artísticos del Teatro Solís actual tienen que cumplir con el requisito de incorporar de manera obligatoria contenidos “inclusivos”? De lo contrario, el CIDDAE, fundado en el año 2004 por la Intendencia de Montevideo dirigida por el Intendente Mariano Arana, tiene las competencias necesarias para impedir la exposición libre al público de cualquier obra o actividad artística que no contenga “elementos inclusivos” en sus diversos discursos.
De una sucinta consideración de los pocos textos disponibles que informan sobre el CIDDAE, cualquier lector concluye inmediatamente que el mencionado “Centro” es un simple “centro de control” que, en una de sus múltiples dimensiones, opera como instancia de censura de los diferentes textos que se exponen en el teatro.
No vamos a argumentar aquí “contra” la censura que los últimos gobiernos departamentales de Montevideo han evidentemente instalado en el teatro Solís. Además de ser la censura ética, racionalmente y políticamente inadmisible, resulta ser una tarea de muy poco interés intelectual.
Quizás sería de más interés intentar imaginar cómo es que hace el CIDDAE para supervisar el cumplimiento de la inadmisible tontería de “exigir inclusión” en todos los productos artísticos del Teatro Solís.
En lo que hace a las distintas puestas en escena de obras teatrales donde coincidan los dos sexos, imaginamos que incluirán más “actrices” que “actores. Seguramente la importancia de los papeles deberá ser cuidadosamente calibrada para que el eterno machismo masculino no logre opacar la actividad artística femenina. No queremos ni imaginar el enigma, que sería prácticamente insoluble, si el Solís recibe una exposición de arte “multiracial” integrada por obras de pintores de razas diferentes o si la música de una obra de teatro requiere combinar músicas de contextos culturales radicalmente distintos.
Más interesante sería saber cuáles son las modificaciones que Malena Muyala, la directora del CIDDAE, distinguida cantante y compositora de tangos desde hace décadas, introduce en las músicas y letras de sus piezas musicales para que el tradicional papel de la mujer en el tango quede un poco más valorado. Si ya ha logrado crear o cantar un tango que tenga una clara vocación inclusiva, seguramente podremos decir que parte de su tarea de dirección fue adecuadamente cumplida.
Y es que no se puede tapar el sol con un dedo y decir que no es real que, hoy en dia, existe un intenso debate entre lo que es correcto decir, expresar o reflejar, en una obra artística. Llámese literatura, artes plásticas o escénicas, en función de no ofender y de, sobre todo, disminuir la discriminación y segregación contra las mujeres y otros sectores de la sociedad históricamente marginados. Dicha intención política es válida y necesaria, pues la igualdad es una de los pilares de las sociedades democráticas y liberales, cuyo giro va entorno al respeto y protección del individuo y su pensamiento.
No obstante, en búsqueda de esa imprescindible igualdad, se ha entrado en contradicciones y limitaciones con otros derechos. Por ejemplo, la libertad de expresión, el libre pensamiento y la libre divulgación de las ideas está siendo afectado por algunas políticas de género que en muchos casos resultan maniqueas y bastante superficiales. Gran debate ha generado el asunto de querer imponer por ley un lenguaje inclusivo, que desnaturaliza, valga la redundancia, la naturalidad del idioma, y que, al final de cuentas, el grosso de la sociedad no saben cómo implementar, convirtiendo al idioma en una caricatura de sí mismo.
El caso de censura previa a la exposición, “Vidas encajonadas” del artista plástico Claudio Rama, compuesta de 35 escenas protagonizadas por muñecos pintados y acompañadas de leyendas que describen situaciones cotidianas, pone en la palestra este enredijo. Desde el Teatro Solís se le había sugerido o solicitado a Rama que “actualizara” algunos de sus textos para ajustarlos a las “políticas de comunicación de la Intendencia de Montevideo”, que se rige por la Guía de lenguaje inclusivo del Congreso de Intendentes, aprobada por las comunas de todo el país en 2010.
Esta “sugerencia”, aunque basada en la Ley 18104 de Promoción de la Igualdad de Derechos y Oportunidades entre Varones y Mujeres en la República Oriental del Uruguay, que es la que da origen a la guía de lenguaje inclusivo mencionada y que está orientada a la estimulación del uso de este tipo de lenguaje entre los funcionarios, es per se un acto de censura previa. Los funcionarios públicos y quienes, con legítimo derecho abogan por una mayor igualdad entre mujeres y hombres, deberían comprender que las obras de arte nacen del fuero interno y de la conciencia de los artistas.
Una obra de arte conlleva un ejercicio de reflexiones y conclusiones que llevan al artista a plasmarlas en un formato. Hay intenciones, tonos, estilos y discursos que están pensados para decir algo en específico, por lo tanto, cuando una institución cultural o el estado mismo intenta interferir ese contenido; primero, están invalidando un pensamiento y sus conclusiones; y segundo, efectivamente, están ejerciendo un acto de coacción, de censura, aunque se pretenda disimularlo como una «sugerencia».
Es por ello que, el Centro PEN Uruguay como organización que promueve la libertad de expresión y el debate de las ideas, muestra su profunda preocupación por esta pretensión de intervención en el contenido de la obra del artista Claudio Rama. Como organización que aglutina a escritores, periodistas y artistas, consideramos que el respeto a la integridad de toda obra artística debe ser conservado y defendido. Y como toda obra de arte expuesta a un público, debe ser éste, y no las instituciones, quienes deban censurar con su crítica a la obra. Y si la obra excede los límites y pone en riesgo real a la sociedad, pues su autor debe ser puesto en atención a las leyes pertinentes. Resulta peligroso que se utilicen instrumentos que buscan la igualdad para someter la libertad más valiosa de las personas, que es la de poder expresar sus ideas libremente.
Cualquier expresión artística puede ser potencialmente ofensiva, disruptiva e incomodar, pero si no es así, cuál es su función en la sociedad, si no es expresar un punto de vista auténtico, libre de “sugerencias”. Cuando una obra cumple con expectativas pre establecidas, pues simplemente estamos hablando de propaganda.