Por Alicia Escardó
En el viejo cine de La Floresta vi por primera vez la película “Charlie y la fábrica de chocolates”. Billy Wonka, solitario y desconfiado, su mundo fantástico poblado de personajes peculiares, pero sobre todo Charlie, el niño que participa en el concurso para terminar, gracias a su generosidad y valentía, como el sucesor del dueño de la fábrica, me dejaron un recuerdo inolvidable. Fue mi primer contacto con el mundo de Roald Dahl. No he parado, porque su literatura es de las que se visitan muchas veces. Mathilda, Jim y el durazno gigante, y tantos otros libros hermosos, divertidos, pero sobre todo innovadores, han hecho leer, imaginar y disfrutar a millones de niños y adultos.
Fue innovador porque su literatura supo quebrantar estereotipos. Propuso niños que eran protagonistas de su vida, brujas muy malvadas que dan más miedo por lo reales que son que por ser hechiceras, niñas que conseguían abandonar a padres horribles para vivir como querían. Por eso ha generado tanta oposición la decisión de su editorial británica (junto con los herederos que administran su legado) de censurar algunos pasajes de sus libros, con la intención de no fomentar estereotipos como el niño gordo, la bruja maligna o las palabras “negro”, o “blanco”, entre otros cambios o supresiones.
Cada escritor, incluso los que son tan innovadores como Dahl, son el resultado de la época en la que viven y escriben. Aplicar la tendencia actual de simplificar los personajes y el lenguaje para no “fomentar los estereotipos negativos” o “incentivar la discriminación” a una obra escrita hace cincuenta años carece totalmente de sentido. La editorial Puffin intenta con esto adecuarse a las exigencias del mercado, y de algunos docentes y padres, de brindar a los niños todo más digerido, convenientemente anodino y sin matices. De cierta forma, apunta a minimizar la capacidad de los niños de asimilar lo que leen, reducir la capacidad de imaginar y de elegir. Y también la comodidad de no tener que darles elementos de juicio para que ellos decidan y aprendan por sí mismos. Lo deseable sería educar con amplitud, lo que sin duda exige tiempo, trabajo y dedicación.
Hace algunos años, con uno de mis libros para jóvenes, me pasó lo siguiente: en esa historia hay un personaje de una adolescente que no puede caminar como resultado de un accidente. Al final de la novela, esta chica resulta manipuladora y cruel, y es la que envuelve a la protagonista en sus manejos turbios. A la editorial le gustó mucho esta historia y decidieron publicarla, pero la editora me comentó su opinión de lo que podría pasar. Me dijo que posiblemente iba a tener problemas cuando llegara a las escuelas y liceos, porque los docentes no iban a querer trabajar en clase con una novela en la que, además de ir en silla de ruedas, la chica resulta la mala de la historia. La novela se publicó, fui a muchos liceos para hablar de ella con adolescentes, se hizo una segunda edición y ganó un premio de narrativa juvenil del MEC. Así que por suerte, en Uruguay, no parece haber este tipo de consecuencias de no usar lo “políticamente correcto”.
Termino esta nota con dos buenas noticias: las ediciones en español de las novelas de Dahl no serán cambiadas, lo anunció Random House, que tiene los derechos. Y la segunda es que, en mi opinión, todo este debate y polémica que desató la decisión de modificar las ediciones, es posible que haga pensar a futuros aspirantes a la censura y los haga desistir de su impulso controlador. Y además, ya se anunció que se harán ediciones paralelas respetando los originales, ya que las versiones cambiadas deberían tener el aviso de que son adaptaciones o de que han eliminado o cambiado pasajes.
Roald Dahl fue aviador (como Saint-Exupéry) y piloto de la RAF en la segunda guerra mundial, y estuvo a punto de morir al ser derribado su avión. No es casualidad que haya escrito su primer libro en 1942. Su obra sin duda está impregnada de esa experiencia como piloto. Ver el mundo desde un avión y hacer miles de millas atravesando el cielo, se tradujo en historias que muestran la grandeza y miserias de las personas, y su capacidad de sobrevolar gracias a la imaginación y la fantasía. Levantemos la mirada y disfrutemos del arte en toda su grandeza y libertad, sin miedo y falsos dogmas, ya que eso es lo mejor que tenemos y lo que nos distingue como seres humanos.
Roald Dahl (Oxford, 1916-1990) fue un novelista, cuentista, poeta y guionista británico de ascendencia noruega. Entre sus obras más populares se encuentran Charlie y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante, Matilda, El gran gigante bonachón, Agu Trot, Las brujas y Relatos de lo inesperado.
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