En medio de un escándalo político que va adquiriendo una trascendencia creciente a escala mundial, desde el viernes pasado el Parlamento Europeo hubo de encontrarse ante una situación que resultaba difícil de imaginar hasta hace apenas unas pocas décadas.
Durante los primeros momentos de la euforia mediática asociada a la celebración del Campeonato de football en Qatar, una vicepresidente de la Eurocámara, la social-demócrata griega Eva Kailí, hubo de viajar a Doha y, tanto durante su estadía en esa ciudad como al regreso de su viaje, no tuvo mejor idea que deshacerse en elogios sobre las virtudes sociales y políticas que ella habría conocido en el reino catarí.
El 1º de noviembre, en Twitter, se anunció la realización en Qatar de un encuentro oficial entre la Sra. Kailí y el Sr Al-Marri, Ministro de Trabajo del gobierno de ese país. El tweet referido a la mencionada reunión expresaba “Esta representante oficial de la Unión Europea se felicitó por el compromiso de Qatar en mantener la continuidad de las reformas en materia de condiciones de trabajo, después de concluida la Copa Mundial 2022…”
Algo no salió bien en esta gestión que llevó a cabo la vicepresidente del Parlamento europeo en Qatar. Quizás la parlamentaria no estuviese al tanto de que, desde hacía ya más de 4 meses, la Oficina Central para la Represión de la Corrupción (OCRC), bajo la dirección del Juez de Instrucción en temas financieros, Michel Claise, y coordinada por la Fiscalía Federal, estaba llevando a cabo una investigación en profundidad sobre la temática de la importancia de la corrupción en diversos sectores políticos de las distintas autoridades del gobierno europeo.
Lo cierto es que el viernes 9 de diciembre pasado, las autoridades de Bruselas decidieron intervenir. Dada la naturaleza del cargo de la vicepresidente y la de los cargos de otros sospechosos, fue necesaria una intervención policial que configurase la aprehensión de los indagados in fraganti delito de manera que aquellos que estuviesen protegidos por fueros espaciales no consiguiesen escapar a la intervención de la justicia.
La vicepresidente ya ha sido destituida y puesta a disposición de la justicia por aceptar supuestos sobornos de Qatar. También, fueron arrestadas, en operaciones casi simultáneas, otras cuatro personas más por pertenecer “…presuntamente a una organización criminal, blanqueo de dinero y corrupción”. Entre ellas hay un ex eurodiputado.
Todos ellos fueron puestos bajo orden de arresto, tal y como informa el comunicado emitido por la Fiscalía belga, según recoge el diario El País de España.
Las detenciones se produjeron el viernes 9 de diciembre en Bruselas, tras al menos 16 registros en el marco de una investigación sobre presuntos pagos «sustanciales» de un país del Golfo para influir en las decisiones de los eurodiputados, informó AFP. Por su parte, un funcionario del Gobierno qatarí declaro a AFP que «cualquier acusación de mala conducta por parte del Estado de Qatar demuestra una grave desinformación». En los procedimientos realizados en los domicilios indagados para la detención de las cinco personas referidas fueron encontrados en sus viviendas cerca de unos 600.000 euros.
Todos los acusados son miembros del grupo socialdemócrata S&D. Además de la vicepresidente, el más destacado de los detenidos es el ex-eurodiputado italiano Pier Antonio Panzeri, quien dirigía la asociación “Fight Impunity”, teóricamente dedicada a la lucha contra las violaciones de derechos humanos. Esta asociación también parece haber quedado en la mira de las investigaciones judiciales belgas. Otro de los imputados es un antiguo asistente de Panzeri y hoy pareja de Eva Kaili, Francesco Giorgi, mientras que el cuarto sería un lobista de Bruselas, de nombre Niccolo Figa-Talamanca, informó el medio de Bruselas “Le Soir”
Todo esto es una abierta contradicción con el espíritu unificador y de tolerancia que debería significar un mundial de futbol. Qatar ha impuesto su cultura sobre la del resto del orbe con la equiescencia del mismo presidente de la FIFA, el italo-suizo Gianni Infantino, quien en evidente demagogia ha afirmado que «me siento qatarí, me siento árabe, me siento africano, me siento gay, me siento discapacitado, me siento trabajador inmigrante», pero las autoridades qataríes no se sienten ni gays, ni han abierto procesos legales para investigar la muerte de miles de trabajadores inmigrantes que perecieron construyendo los estadios donde se juega el mundial de futbol más cuestionado de los últimos tiempos.
Pero con este reciente escándalo del “Qatargate”, parece ser que los favores políticos concedidos a Qatar no son simples asuntos de meros “favores”, sino que responden a la cesión de jugosas sumas de dinero que configuran prácticas totalmente ilegales, según afirmó la ministra alemana de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, “…contra las que debe aplicarse todo el peso de la ley…», porque «…está en juego la credibilidad de Europa, y esto debe tener consecuencias en diversos ámbitos».
En el mismo sentido se pronunció la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: “…las sospechas de corrupción en el Parlamento Europeo son muy graves».
Sin embargo, la presidenta del Parlamento Europeo, la italiana Roberta Metsola, afirmó al inicio de una sesión plenaria en Estrasburgo que «…no hay dudas…”, que el Parlamento Europeo está siendo atacado. “La democracia europea está siendo atacada y (su) modelo de sociedad abierta, libre y democrática está siendo atacado», y ha dejado claro que «…no habrá impunidad…» contra los responsables y que no se va a «…barrer nada debajo de la alfombra».
En su sentido más estrictamente “ideal” pero, a la vez, también retórico, el ejercicio del deporte como competencia entre naciones, nace en la Antigua Grecia, como una pausa de las hostilidades que se basa en el reconocimiento de que la Humanidad es una sola, y puede estar momentáneamente unida en su hermandad. Henry Bill, en su “Historia de los Juegos Olímpicos”, afirmaba que las Olimpiadas “…se fundaron sobre un alto plano religioso y moral elevándose a prodigiosa altura mientras se mantuvieron fieles a estos ideales básicos y fundamentales, pero (luego) dieron muestras de decadencia bajo la influencia de la política».
Han sido muchos quienes criticaron la elección de Qatar como sede de la Copa Mundial de Fútbol 2022. Siempre se sospechó que esa insostenible elección respondió a la voluntad de limpiar la imagen de aquel país musulmán de las constantes acusaciones políticas internacionales a sus permanentes, sistemáticas e injustificables violaciones a los derechos humanos. La arcaica autocracia reinante en Qatar no reconoce derechos ni, por ende, libertades. Ella niega explícitamente la mayoría de las libertades que cultiva y promueve la política moderna. No sólo niega la libertad del ser humano en general. Ni que hablar que la condición femenina es una variante de la esclavitud. El dominio de las mujeres sobre sus propios cuerpos, el derecho a la libertad sexual de los individuos, las diferentes versiones de la homosexualidad y hasta la libertad de emborracharse a pierna suelta, son procesos allí desconocidos Y, peor que todo esto, el no aceptar nunca rendir cuentas por miles y miles de inmigrantes muertos por condiciones de trabajo inadmisibles, por accidentes laborales evitables y por una desembozada explotación del trabajo durante la construcción de la infraestructura para la realización de la fiesta deportiva que más pasiones levanta alrededor del mundo, es quizás una de las manchas de las que, los organizadores de este Campeonato de Mundo de Fútbol, nunca podrán desembarazarse.
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